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un servicio no acostumbrado en Estados Unidos y es lo que marca nuestra diferencia”, dice Quiceno. “Hay días que tenemos hasta veinte carniceros sirviendo a la comunidad”. La Reina ofrece productos que no son tradicionales en las carnicerías tradicionales, como pueden ser un corazón de cerdo o de res, panza de res, riñones. “La carne en Estados Unidos se maneja a través de plantas empacado- ras. Las reses vienen ya por partes y nosotros siempre ordenamos aquellas partes que tienen mayor salida en nuestra comunidad, pero siempre mantenemos un par de cajas con aquellos productos de interés étnico”, asegura Quiceno. “Todos los productos que son permitidos por el Departa- mento de Agricultura se pueden conseguir aquí. Y tenemos las mismas marcas que tiene cualquier supermer- cado tradicional, porque su origen son las mismas plantas procesadoras, solamente que manejamos calidades Selecta y Superior”. Para entender qué es lo que hace de La Reina la carnicería más grande de Florida, es suficiente conocer las cifras del manejo de carnes: más de 130 mil libras por semana. Tradición familiar No es casualidad el que La Reina sea una carnicería. Luis Guillermo Arango, el propietario principal, a muy temprana edad ya estaba rodeado de cortes de carne. Su padre era un carnicero tradicional y él le heredó todo su conocimiento. Más de 50 años en la industria carnicera han hecho de Arango alguien difícil de igualar. Con una simple mirada define la calidad de la carne y hasta las condiciones en que creció el animal. Antes de mudarse a Estados Unidos ya tenía una procesadora y distribui- dora de carnes que proveía a las grandes cadenas de supermercados en Colombia. A ese conocimiento, al profesionalismo y la disciplina, debe Arango su éxito, el de su empresa y el de su familia. Por ello no dudó en comprometerlos a todos en esta empresa familiar, preparándolos para permitirse ahora el lujo de delegar sus funciones sin perjuicio para el negocio. El gerente de su primera carnicería en Florida es su yerno y en el equipo se encuentran también la esposa y los hijos del fundador de la empresa. “Entendemos que nos debemos a la comunidad y por ello trabajamos para ella”, dice Quiceno. “Sabemos perfecta- mente quién conforma nuestra clientela, conocemos sus tradiciones, sus gustos y sus necesidades. Es una clientela primordialmente hispana, pero los anglos ya son más del ocho por ciento de nuestros clientes. En cuanto a los hispanos, a groso modo, nuestra clientela se compone en un 50% de mexicanos, 25% de centroamericanos y 25% de sudamericanos y caribeños”. La Reina se ha convertido, efectiva- mente, en un sitio de congregación comunitaria. Tanto las fiestas del calendario estadouni- dense como las de los diversos países latinoamericanos se celebran allí. El Día de Acción de Gracias o las Novenas de Aguinaldos en Navidad se celebran con eventos de carácter familiar, con presentes para grandes y chicos. Los consulados latinoamerica- nos también aprovechan la popularidad de La Reina para convertirla en sede móvil para prestar servicios a sus ciudadanos. Crecimiento a pesar de la crisis La crisis ha disminuido los ingresos de La Reina apenas en un cinco por ciento. Por ello, sus propietarios no abandonan sus planes de crecimiento. Su visión es sencilla pero muy optimista: “La crisis no será eterna y hay que estar preparados para cuando termine”, augura sonriente Quiceno. A ritmo forzado se adelanta la construcción de lo que será la segunda carnicería y supermercado La Reina, con una superficie igual a la actual. Un crecimiento del 100 por ciento, cuya inauguración debe producirse en cualquier momento durante el primer trimestre de 2010. Mayo/Junio 2011 - 39